Mariano Acosta cumplió 106 años


El 15 de noviembre de 1910, la Dirección General de Ferrocarriles “concede la autorización correspondiente para librar al servicio público” la Estación Mariano Acosta. La resolución fue publicada el 9 de diciembre del mismo año en el Boletín Oficial de la República Argentina (p. 920). Queda claro, entonces, que el 15 de noviembre de 1910 no fue inaugurada la estación como erróneamente se ha asegurado, ni tampoco ese día se detuvo el primer tren como suelen repetir de buena fe algunos vecinos. El primer tren con pasajeros, fletado especialmente desde Once por Rodolfo Posse -para observar el avance en la edificación de las casas de la Compañía General de Tabacos-, se detuvo el 18 de septiembre en la Estación Mariano Acosta, aún en construcción (diario La Nación, 5 de octubre de 1910, p. 6). Respecto de la supuesta inauguración, era una regla no escrita en aquellos tiempos que si las estaciones estaban en condiciones de funcionar, quedaran habilitadas y luego se emitían las resoluciones pertinentes (testimonio del Dr. Jorge Waddel, director de la Biblioteca del Museo Ferroviario). La Estación Mariano Acosta ya estaba terminada y lista para funcionar desde el 1º de noviembre, por lo que pudo comenzar a funcionar en esta fecha sin ningún inconveniente.

La documentación hallada en archivos públicos, nos permite afirmar que la historia de la estación ferroviaria es la historia misma de Mariano Acosta que nació  -llamándose Villa Posse- cuando comenzaron a edificarse las primeras casas de la Compañía, luego de que la Municipalidad de Merlo aprobara el trazado de los planos del pueblo. El inicio de la edificación material de Villa Posse coincide con el inicio de la edificación de la estación, a mediados de 1910. Previamente, durante la segunda quincena de noviembre de 1909,  la Compañía tomó posesión del campo de 760 hectáreas comprado a Antonina Cascallares -según lo establecido en la escritura firmada el 16 de agosto de 1909 por Rodolfo Posse y la vendedora, ante el escribano Alberto Haedo-; se proyectó el pueblo (¡proyectar no es fundar!); se realizaron los trámites para trasladar la estación del kilómetro 34,800 a su actual ubicación; se designó apoderado de la villa a Don Rodolfo Posse –a la sazón vicepresidente de la Compañía-; se entregaron las primeras escrituras de lotes de terreno a los consumidores de cigarrillos habanos “Mitre”; el 30 de junio de 1910 fueron aprobados los planos de la estación y la Compañía transfirió siete hectáreas al Ferrocarril del Sud, además de haberle abonado $ 50.000 m/n para construir la nueva estación dando cumplimiento al convenio celebrado el 2 de septiembre de 1909 (escrituras firmadas por Rodolfo Posse y la empresa ferroviaria el 5 de julio de 1910, ante el escribano Cayetano Ugarteche).

Sin embargo, la Compañía difundió un plano de Villa Posse con la leyenda “Fundada en 1909”. Este documento –en el que la estación figuraba detrás de la Rotonda de los Mástiles-- debe analizarse en el contexto de la campaña publicitaria de la propia Compañía que, lanzada a la promoción de su emprendimiento inmobiliario, ofrecía lo que en realidad no existía. ¿O acaso en 1909 había luz eléctrica, tranvía y adelantos modernos, según prometían los avisos publicados en la prensa porteña? Mientras la campaña publicitaria aseguraba que Villa Posse era Nueva York, en estos lares todo era campo.

Asimismo, no existe ningún registro que pruebe que Villa Posse haya sido fundada en 1909. No hubo acto de colocación de la piedra fundamental ni nada que se le parezca. En este sentido, la inscripción “Fundada en 1909” es indeterminada y se presta a interpretaciones erróneas en la medida que se opte por renunciar a la verificación del documento. Realizada esta tarea, comprobamos que hubo una invención publicitaria de Villa Posse para movilizar al mercado inmobiliario y a los fumadores de los  cigarrillos habanos “Mitre”. En nuestra investigación, detectamos un doble mensaje de la Compañía. Su campaña publicitaria aseguraba que Villa Posse ya había sido fundada, pero a las autoridades nacionales les explicaba –para persuadirlas del traslado de la estación- que se proponía “fundar un pueblo en la zona adquirida que se llamará Villa Posse” (carta al Ministerio de Obras Públicas de la Nación del 15 de septiembre de 1909, expediente 8008, letra F, 1909, caja DGF 1). Es decir, que en septiembre de 1909 Villa Posse continuaba siendo un proyecto.

UNA FUNDACIÓN COMERCIAL

Pero ¿por qué la Compañía fundó Villa Posse, origen de Mariano Acosta? Digámoslo con todas las letras: porque hizo un negocio inmobiliario. Sin la caracterización correcta de la fundación, lejos estaremos  de comprender lo que ocurrió entre 1909 y 1910. La Compañía llevó a la práctica una fundación comercial con un responsable del proyecto, Don Rodolfo Posse, quien fue designado apoderado de la villa el 6 de abril de 1910, decisión adoptada por la tabaquera el 15 de septiembre del año anterior. La Compañía no era una sociedad de beneficencia, era una empresa que buscaba acrecentar su renta expandiéndose a otros rubros. Con el negocio inmobiliario de Villa Posse, lo que más le interesaba –para ello había creado la Oficina de Tierras- era otorgar lotes de terreno a  los fumadores que reunieran 500 marquillas de los cigarrillos habanos “Mitre” de 0, 20 y 0, 30 centavos. Ningún “premio”, ningún “regalo”, debido a que el futuro propietario incurría en un gasto.

Así las cosas, los documentos prueban que en 1909 no hubo fundación real sino una costosa campaña publicitaria y una serie de trámites para lograr el traslado de la estación; Juan Posse “no donó los materiales para construir la estación” ni puso ningún “empeño” especial en el proyecto fundador, ya que desde el 9 de junio hasta 18 de noviembre de 1910 –período en el cual se funda el pueblo- estuvo de vacaciones en Europa; tampoco el traslado de la estación fue solicitado por un grupo de vecinos: fue la Compañía la que se encargó del trámite.

Tratándose de un negocio inmobiliario, entonces, no podemos considerar fundadores heroicos a los Posse. Ellos eran empresarios exitosos, no próceres a los que hay que levantarles un monumento. Con afán de lucro encararon una actividad legal y legítima con lo que ello implica. Recordemos, por ejemplo, que nunca donaron terrenos destinados a edificios públicos. Mucho menos a indigentes. En el plano original figuraban tres plazas, de las cuales dos fueron subdivididas y vendidas, y la única que quedó vigente –la Bernardino Rivadavia- se salvó del loteo por la lucha de los vecinos.

Por eso, la obra que trascendió el negocio inmobiliario fue la estación ferroviaria, pensada en principio sólo para Villa Posse  terminó siendo el centro neurálgico de una pujante localidad. Con su traslado –por la visión comercial de la Compañía- fue posible el poblamiento de Villa Posse y que enfrente se formara Villa Loza, a partir de noviembre de 1912. Sin la estación habría fracasado el asentamiento de vecinos a ambos lados de las vías. Situémonos 106 años atrás. Resultaba un despropósito afincarse en un paraje desolado. Pero la estación acortaba distancias con Merlo o Marcos Paz, ofrecía el servicio de nueve trenes diarios, una estafeta postal y el telégrafo. Para que haya poblado, tuvo que haber estación. Eso ocurrió en muchas partes del país con el progreso que implicaba el ferrocarril.

De ahí que el 15 de Noviembre haya sido elegido como fecha fundacional, o Día de Mariano Acosta, según la declaración que el Concejo Deliberante de Merlo aprobó el 4 de julio de 1975 (Ordenanza Nº 1657/75). Un reconocimiento justo al hecho fundador por antonomasia: la Estación Mariano Acosta. La documentación existente despeja dudas y equivocaciones. Nos permite reconstruir un pasado tantas veces tergiversado por falta de rigurosidad investigativa. Repetimos: el que investigue en los archivos públicos arribará a iguales conclusiones y podrá corregir las falencias cometidas como lo hemos hecho nosotros. Finalmente, sólo nos resta expresar que nos limitamos a describir la letra y el espíritu de los documentos hallados con dedicación y esfuerzo. Por tanto, no se trata de la opinión personal de quien suscribe estas líneas. Cuando las pruebas hablan, los errores callan.

Dr. Horacio Enrique POGGI - Centro de Estudios Históricos “Mariano Acosta”

Fuente: El Progreso de Mariano Acosta

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